"Me gustó siempre hablar de arquitectura como divertimento; si no se hace alegremente no es arquitectura. Esta alegría es, precisamente, la arquitectura, la satisfacción que se siente. La emoción de la arquitectura hace sonreir, da risa. La vida no". Alejandro de la Sota, 1989

1 ene 2014

... ÚLTIMA LECCIÓN ACADÉMICA _ Javier Carvajal * arquitecto

Javier Carvajal Ferrer (1926-2013)



El 24 de enero de 1991 en la ETSAM, el Maestro Carvajal pronunció un discurso en su ÚLTIMA LECCIÓN ACADÉMICA

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De nada, o de muy poco, han valido las palabras que pedían y aún piden desde la profesión, y a favor de ella (entre otros yo mismo) una reforma profunda que ade­cue la realidad profesional a los grandes cambios que la transformación social, estructural, económica y técni­ca de nuestros tiempos, reclaman.

Una reforma que, partiendo del claro entendimiento del ser de la arquitectura, aborde la transformación de la Escuelas y de los Planes de Estudios, para hacerlos efectivos y coherentes con lo que la sociedad nos pide, para luego a partir de esas reformas, plantear la rees­tructuración de las competencias y la coordinación de las funciones dentro del amplio campo de la Arquitectura desde el diseño a la construcción, forman­do equipos integrados que puedan dar adecuada res­puesta a la creciente complejidad de la edificación, en todos los terrenos donde se inserta la realidad de la arquitectura, salvando siempre su radical esencia como valor de cultura, y no planteando como mero campo de reparto de intereses, amparados en supuestas compe­tencias no apoyadas en conocimientos reales, ni en las necesidades de la edificación arquitectónica y sí, tan sólo, como suma de actividades yuxtapuestas, no pocas veces antagónicas, que convierten a las parcelas descoordinadas de los diferentes conocimientos espe­cializados, en Reinos de Taifas donde viene a morir la auténtica Arquitectura.

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Pero no quisiera que mis palabras de hoy, palabras de recuerdo, afecto y despedida, fueran interpretadas por los más jóvenes como expresión de un pesimismo que nunca ha sido mío. 

Quisiera que mi última presencia académica en esta Escuela fuera, como lo ha sido toda mi vida, una pre­sencia comprometida con mis convicciones y valores; trasladando a los que después de mí, como profesores o alumnos habréis de seguir en ella, la voluntad de no permanecer indiferentes, con egoísta o desinformada actitud, ante los peligros que acechan a la arquitectura española, y de no aceptar la degradación a la que están abocados la Arquitectura y los arquitectos. Qué saldrá de nuestras aulas, si se aceptan mansamente las refor­mas equivocadas que se están preparando y que nos afectan, sin dar respuesta al caos que ya existe.

Quisiera que mis palabras tuvieran acento de llamada a la responsabilidad y a la solidaridad entre vosotros, pro­fesores y alumnos, para que defendáis juntos lo que es justo y lo que es bueno para la profesión que nos une y para la arquitectura que es nuestra vocación comparti­da y un también Patrimonio inalienable de nuestra cultura, como herencia viva hacia el mañana.
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No podéis conformaros con que os conviertan en dibu­jantes, grafistas o decoradores, que no entienden la efi­cacia totalizadora que el Proyecto representa, como lugar de encuentro de todos los conocimientos integra­dos que el Arquitecto ha representado a lo largo de la historia de la cultura, desde los conocimientos huma­nísticos, que son su apoyatura de partida, hasta los conocimientos técnicos que permiten abordar coheren­temente la construcción, desde las cimentaciones hasta el último detalle de su definición última, dentro de la uni­dad que le confiere su valor cultural, superados de visiones meramente económicas o técnicas, y cuya efi­cacia es la belleza y la adecuación, que se deben tra­ducir en felicidad para quienes habitan nuestras obras. No renunciéis, persiguiendo la facilidad y la superficiali­dad, a vuestras responsabilidades, porque, sólo en la medida en que sean necesarios y responsables, la sociedad entenderá el permanente valor de la arquitec­tura y respetará a los arquitectos.

Vuestra responsabilidad tiene su máxima expresión en llevar a buen término la coordinación de las muchas piezas que deben integrarse en la obra de Arquitectura, desde los valores técnicos y la eficacia económica, hasta la belleza. 

Esforzaos en que la Arquitectura española no muera a manos de los consultores desintegrados, ignorantes del valor creativo que la Arquitectura tiene y reclama, y que en su incomprensión de ese valor sintético y generador que el Proyecto representa y tiene, se enfrenta con él desde la óptica desintegrada de las distintas especiali­dades entendidas como yuxtaposición de técnicas que se plantean como contradictorias y aún antagónicas con la misma Arquitectura. 

La Universidad Politécnica a la que pertenecemos, y el propio Ministerio del que dependemos no parece enten­der la Arquitectura desde su valor de cultura, y de arte con razón de necesidad, que siempre ha tenido y siem­pre deberá seguir teniendo, si no se quiere empobrecer el patrimonio colectivo de la sociedad y de cada uno de los hombres. 

Cuando nuestra sociedad, que ya despierta, y en la cual en mitad de muchas oscuridades se perciben luces que así lo anuncian, rechace el falso sueño de la total inmanencia; del único valor del dinero; del engañoso espejismo de las técnicas: de la cegadora tentación del hedonismo; y reclame de nuevo la supremacía de los eternos valores transcendentes que desde la noche de los tiempos han dignificado la vida de los hombres, situará a los técnicos, a la razón y al dinero en el lugar de instrumentos de eficacia que les corresponden, pero los despojará de su actual enfatuamiento de ser la medida de todas las cosas. 

En este momento, de nuevo, el hombre que sufre y espera, en su integrada dimensión de razón y de emo­ción, redescubrirá ese misterioso acento que la Arquitectura guarda como voluntad de dar a ese hom­bre su integrada entidad en la que se identifican la ale­gría de la eficacia técnica y la belleza, que el hombre, aún sin saberlo necesita y reclama.

Sabéis quienes otras veces habéis escuchado mis palabras, que no pretendo hacer de nuestra Arquitectura un coto cerrado de personalizados intere­ses, sino que entiendo la Arquitectura como un campo de encuentro de muchas vocaciones y de muy distintos conocimientos.







En nuestro campo de la Arquitectura tienen su puesto integrado, al margen de toda demagogia falsamente igualitaria, o democrática, muchos técnicos dé muy dis­tintas competencias, convocados al quehacer integrado de hacer realidad el proyecto: con la única condición de respetarla, entendiendo que el Proyecto Arquitectónico, generador e integrador de esa Arquitectura, es mucho más que un dibujo y el Arquitecto algo más que un artis­ta irresponsable.


Tenéis que lograrlo, afirmando nuestra vocación de Arquitectos. 

Pero exigiendo a vosotros mismos, el duro y maravillo­so esfuerzo que el serlo, ciertamente, comporta.

Luchad por recuperar el prestigio que los arquitectos tuvieron siempre, desde el reconocimiento social de vuestra eficacia.

Sed coherentes en vuestras palabras y en vuestros actos. 

No persigáis imágenes, sino ideas, porque las imáge­nes podrán cambiároslas, pero las ideas serán siempre vuestras. 

Sed solidarios y no egoístas.

Sed eficaces y no soberbios.

Esforzaos en el esfuerzo integrado, y no aislado.

Sed responsables y no ligeros.


Mirad la vida con el optimismo esencial que da la cer­teza de no perseguir mezquinos objetivos. Recobrar la certeza de saberos partícipes y herederos de una raza grande, aunque hoy no os lo parezca.Haced vuestra la idea de que vuestra fortaleza está en el pasado, aunque vuestro único objetivo sea el futuro, y amad la historia y la tradición que os enriquece, sin lastrar vuestra andadura de futuro.Recordar la D'Orsiana afirmación de que todo lo que no es tradición es plagio, y desde ella construid nuevas y originales realidades. 

Formáis parte de una gran cultura que tal vez no ha dado demasiados estadistas, pero que siempre ha dado nombres creativos, artistas que han iluminado el mundo y vosotros habéis elegido ser uno de ellos.

No os dejéis arrebatar la posibilidad de ser vosotros mismos y por tanto dueños de una vida nueva, conti­nuadora de los esfuerzos y eficacias de quienes, desde siempre os hicieron herederos.
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Sé muy bien que los arquitectos no hacen solos la Arquitectura y que no toda la responsabilidad de la Arquitectura está en vuestras manos, porque la arqui­tectura es un arte social que no nace sólo de los arqui­tectos, aunque sean éstos quienes la conformen, sino también de las normas y ordenanzas que tantas veces la coartan; de los promotores y propietarios que no siempre son cultos, ni ven en la Arquitectura más allá de una mera necesidad de uso y del lucro que persi­guen; de los contratistas que demasiadas veces ven tan sólo en la Arquitectura el pretexto de su negocio; de los políticos que no se interesan mucho sino por lo inmediato; de los financieros y especuladores que miden la Arquitectura por su rendimiento económico; de los técnicos desintegrados que la mayoría de las veces sólo ven la Arquitectura por la gatera de su especiali­dad; de la sociedad en su conjunto, demasiadas veces desconocedora y desinteresada de la arquitectura más allá de su más inmediato consumo cotidiano.

Pero no flaqueéis por eso. 

Ni El Escorial, ni la Alhambra, ni la Giralda sevillana, ni La Mezquita de Córdoba, ni el Partenón, ni Santa Solía. ni el Banco de Hong Kong, ni la Fundación Ford, ni la Casa Milá de Barcelona, ni ninguna de las grandes obras de la arquitectura de todos los tiempos que ilumi­nan la historia del hombre con su brillo, hubieran sido posibles desde las limitadas perspectivas de la incomprensión. pero hubo gentes capaces de soñar sus sue­ños, capaces de hacer posible su realidad, vosotros también podréis si lucháis unidos, si sois fuertes, si tra­bajáis con vigor, si sabéis entender lo que es vuestro.
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Trabajad, luchad y permaneced atentos para que no triunfe la incomprensión administrativa y no llegue a ser realidad la amenaza del daño que se está generando a través de la Reforma de la Enseñanzas. Exigid de las Escuelas una actitud responsable, exigid de los Colegios que se conviertan en órganos operati­vos, obligad a la Administración a que atienda a nues­tras razones, que son también las razones de la Arquitectura española.

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Exigiros, ante todo a vosotros mismos, porque nada os será dado sin vuestro esfuerzo. Ya mi lección termina, ya no hablaré más en esta Escuela como profesor, aunque siempre podréis contar conmigo, aquí o en cualquier lugar, como amigo, porque nunca quedan terminadas las tareas que los hombres emprenden.


24 de Enero de 1991


Texto extraído del libro:
                    Javier Carvajal
                    Editorial Munilla-Lería
                    Colección Arquitectura Española Contemporánea







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